En
general, la evidencia suele imponerse a la cabezonería, a la política y la
ideología.
Evolucionamos en nuestra forma de
pensar y de actuar en la medida que, debido a las experiencias vitales,
adquirimos consciencia de lo que somos, de lo que hacemos y de la realidad que
nos rodea.
Cuando ese momento llega, algo se
ilumina para el convencimiento interior
de que no se puede seguir en el error y
es tiempo de cambiar. Es una de las paradojas de la vida. Lo que antes no se escuchaba y
era importante, personal y socialmente,
un día se ve. Escuchar y ver ayuda, pero lo importante es ser
consciente.
No
importan los estudios, ni el trabajo que
se tenga. Uno es consciente de que no puede negar la evidencia: "El grito
del silencio" ya no se oye, se ve y se impone, y... el cambio llega.
"La
vida es una bendición", lo sabemos casi todos. Clara Lejeune, lo dijo: "Life is a Blessing",
al escribir una biografía de su padre, Jerome Lejeune. Valiente
luchador y ejemplo.

Defender la vida contra la muerte, no es un debate semántico, sino un
debate de valores.
Intentaré ilustrar ese debate con la trayectoria de dos médicos
eminentes, uno del siglo XX Bernard Nathansón, ya fallecido, y en el siglo XXI, con la doctora Kathi Aultman.
B. Nathanson
Tras
graduarse en 1949, pasó al Hospital de Mujeres de Nueva York. Era el tiempo de
la clandestinidad, la transgresión y la lucha para implantar el “aborto libre y
barato”. El deseo de la izquierdista en los sesenta del pasado siglo era ser
pro-elección.
Antes de finalizar la carrera, le
comentó a su padre que su mujer Ruth esperaba un hijo. Su padre le mando dinero
para que abortara y terminara la carrera. Aquello le marcó. "Lloramos los
dos por el niño que íbamos a perder y por nuestro amor que sabíamos iba a
quedar irreparablemente dañado con lo que íbamos a hacer". La obligó a abortar. Y "este fue el
primero de mis 75.000 encuentros con el aborto”. A Ruth también la perdió.
Hoy la
"ecografía" es un procedimiento generalizado y útil, no solo en
embarazos, pero cuando en 1971 abrieron las primeras clínicas abortistas se
descubrió el “negocio” del aborto, pero esa tecnología no era habitual. Hasta
la segunda mitad del siglo XX no comenzó a utilizarse el eco de las ondas
electromagnéticas o acústicas enviadas hacia el lugar del cuerpo que se
examina. Nathanson la descubrió en 1984.
Cuando
murió el Dr. Nathansón en 2011, algunos recordaban que tuvo la suerte de
ver “El grito silencioso” realizado a partir de la filmación
de un aborto utilizando la tecnología del ultrasonido. Le permitió ver la
muerte del feto mientras lucha por su vida hasta gritar. En ese video y su
continuación, “El Eclipse de la Razón”,
explica cómo la vida reacciona y grita cuanto se ve en peligro.
Tras
"ver" lo que sucede en el vientre de la embarazada, no quiso realizar
más abortos. La lucha de la vida, o su
grito ante quien quiere destruirla, era muy fuerte. Le obligó a un cambio y a
un período de reflexión. Al ser consciente, descubrió que todo tiene un por qué
y un para qué. Pudo haberse
equivocado, pero se rindió a la evidencia. Vio y cambió. "Durante diez años, pasé por un período
de transición". Decidió
reconocer su error en una revista médica.
El mundo proabortista, y muchos
colegas se alarmaron y se pusieron en su contra. No hay mucha gente dispuesta a
aprender de los errores ajenos.
Kathi A.
Aultman.
Esta mujer estadounidense,
ginecóloga en Orange Park, Florida,
acaba de hablar de sí misma y de su carrera.
Lo que dice es suficientemente
elocuente y clarificador tanto de su compromiso como feminista y como médica,
abierta a la evidencia y la verdad. Experiencia, ideología y evolución:
"Presidente y miembros del
Comité: Gracias por invitarme a
participar:
Pasé toda mi carrera como
defensora de las mujeres y la salud de la mujer. He hecho abortos del primer y
segundo trimestre. Y he tratado a mujeres con complicaciones físicas y
psicológicas del aborto. He cuidado a mujeres que decidieron continuar con
embarazos no planificados y a aquellas que los abortaron. He tenido dos partos
vaginales y me hice un aborto. Mi prima
sobrevivió a un aborto.
Cuando entré en la escuela de
medicina creía que el aborto por elección (o
a petición) era únicamente un asunto
de los derechos de la mujer.
Durante mi residencia me
entrenaron en abortos del primer trimestre, usando dilatación y curetaje con
succión.
Busqué y recibí entrenamiento
especializado en abortos del segundo trimestre, usando dilatación y evacuación.
Durante el cual el feto es aplastado y evacuado en pedazos.
Al examinar el tejido, después
de los procedimientos, estaba fascinada por los órganos pequeños, pero
perfectamente formados. Sin embargo, por entrenamiento y condicionamiento, el
feto humano no me parecía diferente a los embriones de pollo que
diseccionábamos en la Universidad. No era desalmada. Si una paciente llegaba
tras la pérdida de un bebé que deseaba, yo sufría con ella y sentía su dolor.
Lo que marcaba la diferencia
para mi, era si el bebé era o no deseado.
En mi segundo año de
prácticas tenía un trabajo por las noches, en una clínica para mujeres,
haciendo abortos. Sentía que estaba haciendo algo por el bien de las mujeres y
podía hacer más dinero haciendo abortos que trabajando en una sala de
urgencias.
La única vez que tuve reparos
en realizar un aborto del segundo trimestre fue durante mi rotación por la
unidad de Neonatología, donde trataba de salvar a bebés que tenían la misma
edad que algunos de los bebés que había abortado.
Mientras estaba en avanzado
estado de gestación, continué haciendo abortos sin ninguna reserva. Pero cuando
volví a la clínica, después de dar a luz, me enfrenté a 3 situaciones que me
hicieron cambiar de opinión para seguir haciéndolos.
1) Descubrí que yo ya
le había realizado tres abortos a una niña que tenía programada para esa mañana.
Cuando protesté, el Personal de la Clínica me dijo que era su derecho, usar el
aborto como medio anticonceptivo; e insistieron en que no tenía derecho a
juzgarla ni a rehusarme a hacer el procedimiento. Les dije que era fácil para
ellos decir eso. Yo era la que tenía que matar. Tuvo su aborto y admitió que
seguiría sin usar métodos anticonceptivos.
2)
El segundo caso fue una mujer a la que su amiga le
preguntó si quería ver el tejido y ella respondió: ¡No, sólo quiero matarlo! Tuve ganas de decirle ¿Qué te hizo ese bebé?
3)
La tercera paciente era una madre de cuatro hijos. No creía que ella y su marido pudieran
mantener a otro niño. Ella lloró durante su estancia en la clínica.
Finalmente hice la conexión
entre feto y bebé. Me di cuenta que lo que me chocó fue la apatía de la
primera paciente y la hostilidad que la segunda mostró hacia el feto y
el contraste con el dolor y la pena de la tercera mujer que sabía lo que
era tener un hijo.
Me di cuenta que el bebé es la
víctima inocente de todo esto. Y el hecho
de que no fuera deseado ya no era suficiente justificación para mi, para
matarlo. Ya no podía hacer más abortos.
Mi visión también cambió en
mi práctica privada al ver mujeres jóvenes que estaban muy bien después de
haber decidido continuar con sus embarazos no deseados, en contraste con
aquellas que luchaban con los efectos psicologías del aborto... Eso no era lo
que yo esperaba. Yo asumía que aquellas
que se quedaban con sus bebés tendrían sus vidas arruinadas.
Nunca olvidaré a una mujer
que fue a verme por sangrado, tras un aborto de final de embarazo, en Orlando,
aún no se recuperaba del horror de haber dado a luz a su bebé de poco más de 20 semanas en el excusado. Su
hermanito murió ahogado.
Otra mujer me contó que
estaba viendo a un psiquiatra, porque ella creía firmemente en el derecho de la
mujer a decidir, no podía aceptar el hecho de que había matado a un hijo.
De hecho no fue sino
después de tener a mi primer hijo que lamenté mi anterior decisión y lloré al hijo que había abortado.
Pocos médicos son capaces
de hacer abortos por mucho tiempo. A los médicos se nos enseña a sanar y no a
dañar. Ven los cuerpos triturados y eventualmente se dan cuenta de la verdad.
Hemos
"higienizado" nuestro lenguaje para hacer el aborto más digerible; no
hablamos de "bebé", sino de "feto". El abortista
"termina un embarazo" en vez de "matar a un bebé".
Nos hemos alejado de la
idea de que la vida es preciada y nos acercamos a actitudes utilitaristas que
han destruido tantas vidas en el último siglo.
Les hemos enseñado a
nuestras jóvenes que un embarazo no deseado es lo peor que les puede pasar; y
que el aborto es la única solución lógica.
¿Debe negársele toda
consideración, protección y derechos a un bebé, que podría vivir fuera del
útero, solo por el hecho de que no es deseado? ¿No podemos, al menos, tener
compasión de los bebés de 20 semanas de gestación (o 22 semanas desde la
concepción como se dice habitualmente), cuando sus sistema nervioso está lo
suficientemente desarrollados como para sentir dolor?
¿No podemos, al menos,
asegurar que a los bebés que sobreviven a un aborto se les dé el mismo cuidado que le brindamos a
cualquier otro bebé?
La alegría de conocer a
jóvenes a quienes ayudé a llegar de forma segura a este mundo, está matizada
por el deseo de saber de todos aquellos a los que nunca conoceré, porque
los aborté.
Quiero agradecerles
todos sus esfuerzos por proteger a aquellos que no se pueden proteger. Y...
gracias por considerar lo que hoy he dicho".
¿Ha pasado de la lógica a la defensa de la vida?
Da la impresión que la
Doctora Aultman ha llegado a darse cuenta de que el bebé es un ser humano
indefenso y víctima inocente, por la
lógica y la contundencia de los hechos reales.
Es de agradecer su
sinceridad y valentía para exponer crudamente su experiencia práctica
profesional tan ligada a su vida familiar y su compromiso social.
Tal vez quienes escucharon
el relato de su actuación médica y humana, totalmente personal y respetable,
hubieran deseado algo más; por ejemplo, la defensa y los derechos del ser humano desde la
concepción. Si ha llegado a hacer la conexión entre bebé y feto no se dice lo
mismo del embrión y el cigoto, fases previas del único y mismo ser humano.
Los últimos interrogantes
de su intervención reclaman compasión para embriones bastante desarrollados o
que "pueden vivir fuera del útero" o que han sobrevivido a un aborto,
aunque no fueran deseados. ¿Y para los otros?
No sé por qué me viene a
la memoria que a Dante no le bastó "la razón" para guiarle en el
camino de la luz. Necesitó la mano del "amor" para su viaje más
importante. ¿La mano de la que hablaba Nathansón, que sostiene el mundo y mece la cuna?
Cuando se adquiere un
mejor estado de consciencia uno se conoce mejor a sí mismo y la realidad que le
rodea. Aunque tímidamente, Aultman deja un rayo de esperanza: "Pocos
médicos son capaces de hacer abortos por mucho tiempo. A los médicos se nos
enseña a sanar y no a dañar. Ven los cuerpos triturados y
eventualmente se dan cuenta de la verdad".
https://youtu.be/nfWLEKa1AqM
PUBLICADO EN
ESPERANDO LA LUZ
01-04-2017
http://belmontajo.blogspot.com.es/2017/04/algunos-medicos-escuchan-el-grito.html
EL HERAALDO DEL HENARES 02-04-2017
https://www.elheraldodelhenares.com/pag/noticia.php?cual=34122
CIVICA: 02-04-2017
http://www.investigadoresyprofesionales.org/drupal/content/algunos-m%C3%A9dicos-escuchan-el-grito-silencioso-otros-lo-ven
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